Concluida la parábola del sembrador, Lucas nos ofrece una breve colección de dichos de Jesús pronunciados en distintos momentos y circunstancias.
Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran vean la luz.
Con la parábola del sembrador en mente, estas palabras son una invitación a sembrar o irradiar la luz de la Palabra. No es necesario hacerlo con toque de trompetas. El brillo de la luz es silencioso; basta vivir con sencillez lo que decimos creer. ¡Es tanta la oscuridad en nuestro mundo!
Al que tiene se le dará; al que no tiene se le quitará aun lo que cree tener.
Los discípulos debieron aprender de memoria esta frase; se repite hasta en cinco ocasiones en los Evangelios. Es como la contraseña del discipulado. Jesús la explica en la parábola de los talentos. Un seguidor de Jesús no puede vivir a la defensiva; no puede dejarse condicionar por el miedo al riesgo; no puede limitarse a guardar lo recibido. Al tercero de los criados de la parábola, el que enterró su talento, le fue quitado lo que tenía: Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez (Mt 25, 28).
Cuando compartidos, los dones recibidos crecen; cuanto más nos damos, más recibimos. Los primeros discípulos, antes de Pentecostés, vivían encerrados; todo lo que les rodeaba les daba miedo. Pero cuando fueron inundados por el Espíritu, abrieron puertas y ventanas y se lanzaron a la conquista del mundo. La confianza en el Señor hace que el valor y la audacia sean compañeros de camino del cristiano. Santa Teresa decía: ¿Por qué no he de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?
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