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07/01/2025 Martes después de Epifanía (Mt 4, 12-17; 23-25)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 6 ene
  • 1 Min. de lectura

Dejando Nazaret vino a residir en Cafarnaún junto al mar.

Estos son días de Epifanía. Todos son días de Epifanía; de manifestaciones a través de las cuales se nos revela el Señor.

El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús que cambia de domicilio. Pasa de vivir en una aldea del interior, a vivir en una población importante junto al mar de Galilea. Pero no para establecerse; Jesús ya no echará raíces en ninguna parte. Será normal para Él tener nuevos vecinos y entablar nuevas relaciones. Lo más importante de su vida es su misión. Claro que en Él, mensaje y mensajero son la misma cosa. Cafarnaún, como base de operaciones, le va a resultar mejor de cara a su tarea.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Convertíos porque el Reino de los Cielos ha llegado. Recorría Jesús toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino.

Es bueno contemplar a Jesús proclamando la Buena Noticia. Y contemplar la gente que va tras Él, ávida porque percibe que ahí está la cosa. Pero que no acaba de creérselo, que no acabamos de creérnoslo, porque la cosa suena como demasiado bonita para ser cierta. Es bueno contemplar  y escuchar a Jesús que no hace un discurso moralizante ni tremendista: El Reino de los Cielos ha llegado.

Jesús no se dedica tanto a exhortar a la gente a ser buena. Se dedica, sobre todo, a tratar de hacer ver a la gente la realidad más real.

Hace falta mucho optimismo para creer que el Reino ya ha llegado. ¿O quizá, solamente haga falta un poco de fe?

 
 
 

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