Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada.
Podemos ver en la mano paralizada de aquel hombre la imagen de una vida bloqueada por complejos, adicciones, miedos… ¡Son tantas las cosas que impiden al ser humano volar libremente y vivir una vida en plenitud! Ayer veíamos una de ellas: el legalismo. El legalismo impide a personas piadosas volar alto y disfrutar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Levántate y ponte ahí en medio.
Jesús relativiza la ley porque absolutiza el ser humano: Ponte ahí en medio. Jesús quiere dejar claro que la preocupación por los demás, la caridad, está por encima de toda ley. El hombre, no la ley, debe estar siempre en el centro. Es por el hombre que Dios se hizo hombre. La ley es para el hombre y no al revés. Quien no hace el bien hace el mal. Lo que Dios quiere, por encima de todo, es el bien de sus hijos. Por eso, quien quiere a Dios, busca el bien de los prójimos.
Entonces los miró indignado, aunque dolorido por su obstinación y dijo al hombre: Extiende la mano.
Mira indignado a los celosos guardianes de la ley; pero se contiene. Es lo mejor que se puede hacer ante un fanatismo religioso capaz de matar en nombre de Dios. Se sienten guardianes de la santa religión de sus mayores, y ven en Jesús una amenaza para lo más sagrado de sus vidas. Están profundamente convencidos de lo correcto de su actitud.
¡Qué cierto es que quien lo tiene más complicado para entrar en el corazón de ABBÁ no es el hijo menor pródigo, sino el respetable hijo mayor!
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