top of page
Buscar

23/11/2023 Jueves 33 (Lc 19, 41-44)

Al acercarse y divisar la ciudad, dijo llorando por ella: ¡Si también tú conocieras hoy lo que conduce a la paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos.

Al acercarse. Gran parte de la actividad de Jesús en el Evangelio de Lucas tiene lugar durante el viaje a Jerusalén. Comenzó en Galilea, hace diez capítulos, cuando se cumplía el tiempo de que se lo llevaran al cielo (Lc 9, 51). Jerusalén es la meta de Jesús, como la nueva Jerusalén lo es para quienes seguimos sus pasos.

Pero eso ahora está oculto a tus ojos. ¿Se abrirían los ojos de Jerusalén si Jesús obrase un prodigio espectacular? Cuando se lo pidan, hablará del prodigio de la cruz. Pero solo unos pocos lo aceptarán. Jesús se lamenta, como se lamentaría el padre del pródigo al ver marchar a su hijo en busca de otra vida, sabiendo que encontrará infelicidad. De todos modos, cuando Jerusalén, el pueblo de Israel, regrese, habrá abrazos y no reproches, como cuando regresó el pródigo. Lo dice san Pablo: Si su rechazo ha significado la reconciliación del mundo, ¿qué será su aceptación, sino una especie de resurrección? (Rm 11, 15).

Te derribarán por tierra a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra sobre piedra.

Jesús se lamenta ante su querida ciudad, tan segura de sí misma, tan orgullosa de su templo y sus palacios, tan inconsciente de su terrible futuro. No es cosa de amenazas o castigos. La destrucción es premisa para la reconstrucción, como la muerte lo es para la nueva vida. El mismo Jesús conocerá en su persona la destrucción hasta no quedar en Él piedra sobre piedra.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page