¿De dónde saca éste esa sabiduría? ¿No es el hijo del carpintero?
Primero se admiran y luego se escandalizan. ¿Por qué? Porque viven condicionados por prejuicios. Prejuicios que cubren de sospechas la sabiduría de Jesús debido a su origen humilde. ¡Qué habilidad la del ser humano para etiquetar y juzgar desde la necedad de los prejuicios! ¡Qué difícil liberarnos de esa actitud que impide reconocer a los profetas que, como Jesús, construyen el Reino de Dios! En verdad, solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.
¿No es el hijo del carpintero?
José es uno más en aquella aldea de Nazaret. Aparece en el Evangelio porque tiene que aparecer. Hace lo que tiene que hacer sin pronunciar palabra. Es el hombre justo; su manera de pensar y actuar se asemeja a la manera de ser y actuar de Dios. Ajeno al ruido y amigo del silencio. Santa Teresa nos dice que la contemplación de san José hará de nosotros buenos orantes: Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino.
A san José obrero le encanta continuar trabajando, especialmente cuando se trata de proteger a quienes acudimos a él. Se especializó en superar momentos de crisis, de noche, de desconcierto, de sufrimiento. Los superó recurriendo a la escucha de la Palabra de Dios, que tanto practicaba en el hogar de Nazaret junto con su esposa y con su Hijo. También él, como María, conservaba todas las cosas en su corazón. Así es cómo el ángel del Señor se aparece en sueños.
Aprendamos de José su silencio, su confianza en Dios, su continua dependencia de la Palabra de Dios.
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