Entonces el reinado de Dios será como diez muchachas que salieron con sus lámparas a recibir al novio.
Es grande la insistencia de Jesús sobre la vigilancia. A esta parábola de las diez muchachas, precedida por las dos breves parábolas del amo de casa y del criado fiel, añadirá las de los talentos y del juicio final.
Es grande su insistencia porque, como las hojas en otoño, también nosotros somos presa fácil de los vientos de preocupaciones, prisas y eficacias. Claro que quien tiene espacios programados de silencio y oración encontrará más sencillo mantener los pies firmes en el hoy y los ojos fijos en el mañana. Encontrará más sencillo estar, dormido o despierto, siempre preparado; como las cinco muchachas sensatas.
Todas las muchachas se despertaron y se pusieron a preparar sus lámparas.
A todas se les hizo larga la espera y todas se durmieron. Pero las sensatas se habían provisto de frascos de aceite y, al ser avisadas a media noche, acudieron a la cita cada una con su lámpara encendida. ¿Qué representa esa lámpara? Lo dice el salmo: Lámpara es tu palabra mis pasos, luz en mi sendero (Salmo 119, 105). Lo dice Jesús: Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente discípulos míos (Jn 8, 31).
Teresa de Lisieux, que relativizó devociones y sacramentos, absolutizó la Palabra de Dios, especialmente los Evangelios. Ellos son la mejor garantía de una espera vigilante, dinámica, luminosa; la mejor garantía de una eterna juventud espiritual: Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida… ¡él vive y te quiere vivo! (Papa Francisco).
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