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01/10/2024 Santa Teresa del Niño Jesús (Mt 11, 25-30)

Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños.

El caminito de la infancia espiritual es fácil de comprender y de explicar. La cosa consiste, como tantas veces dice Jesús, en confiar, en no tener ningún miedo, en hacernos como niños. Quizá donde más claro lo dice es en la parábola de padre e hijo: Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más os dará vuestro Padre del cielo!

La teoría del caminito de la infancia espiritual es sencilla. Pero, ¿por qué no resulta sencillo vivir en la confianza más absoluta, como los niños?

Primero, porque tanto la catequesis como la predicación recibidas desde niños han estado contaminadas de la idea equivocada de que el hombre, siendo libre, es capaz de salvarse a sí mismo guardando los mandamientos. Esta es una idea totalmente equivocada porque ignora la Buena Noticia del Evangelio. Y esto desemboca en un cristianismo piadoso propenso a apariciones y devociones; un cristianismo con fuerte presencia de mandamientos, de pecados, de castigos, de premios; un cristianismo que oprime más que libera; un cristianismo que produce rostros cariacontecidos y espíritus escrupulosos. Por ese camino se llega a una santidad que tiene muy poco de cristiana.

Además, no resulta sencillo vivir en la confianza más absoluta, como la de los niños, porque no aplicamos a la vida cristiana la receta que Teresita aplicaba a la suya: la del Evangelio. Ella llevaba siempre consigo una copia de los Evangelios; se lo sabía casi de memoria. Recurría al Evangelio para todo. Escuchemos unas palabras suyas: Desde hacía mucho tiempo yo me venía alimentando con la Imitación de Cristo. No había descubierto todavía los tesoros escondidos en el Evangelio. Lo que me sustenta durante la oración, por encima de todo, es el Evangelio. En él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. Solo tengo que poner los ojos en el Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.

Es la mejor receta para vivir en cristiano.

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