Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca.
Tan cerca que, de hecho, ya ha llegado: Mirad, el Reino de Dios ya está entre vosotros (Lc 17, 21). Ha llegado en la persona de Jesús, aunque todavÃa no ha sido reconocido. Su manifestación tendrá lugar cuando yo sea elevado de la tierra y atraiga a todos hacia mà (Jn 12, 32). Pero, incluso entonces, serán pocos los que lo reconozcan. Como en el caso del tesoro escondido, el Reino está ahà y a algunos se les da encontrarlo; se les nota en el brillo de los ojos. Pero a muchos otros que patean y patean por el campo, no se les da encontrarlo. De todos modos, el reconocimiento universal llegará al final de los tiempos, cuando al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre (Flp 2, 10-11).
Todas las desgracias que Jesús ha mencionado a lo largo de su discurso son, como la pandemia sufrida estos años pasados, signos de la precariedad de nuestro mundo y de nuestras vidas; signos de la inminente llegada de los cielos nuevos y de la tierra nueva.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Habla de mis palabras quien es la Palabra. La Palabra que es la Verdad; la Verdad suprema que es el Amor. Palabra, Verdad, Amor, Dios. El Todo es Uno. Y el Todo no pasa; es Eterno, porque la lealtad del Señor puede más que nosotros y la fidelidad del Señor es perpetua (Salmo 117). Y su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación (Lc 1, 50).