Al ver de lejos una higuera frondosa, se acercó para ver si encontraba algo; pero no encontró más que hojas, pues no era el tiempo de los higos.
Es una página especialmente apropiada para aprender a leer el Evangelio penetrando más allá del sentido literal y así sintonizar con el Espíritu de Jesús y entender lo que quiere decirnos. Es evidente que hay que leer este episodio de la higuera como si se tratase de una parábola. Porque, ¿qué culpa tendrá la pobre higuera de no tener higos si no es tiempo de higos? Bien dijo el Papa Benedicto que la Palabra de Dios nunca está presente en la simple literalidad del texto (VD 38).
Es importante entender esto, porque la vida de la Iglesia y del creyente se funda sobre la Palabra de Dios, y nace y vive de ella. Recordemos que para los Padres de la Iglesia, el Verbo de Dios se hizo carne y la Palabra se hizo libro (VD 18). Así es cómo la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana (VD 86).
Y les dijo: Mi casa será casa de oración para todas las naciones; en cambio vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos.
La frondosa higuera representa en primer lugar al pueblo de Israel, con su sofisticado culto y su grandioso templo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí (Mc 7, 6).
La frondosa higuera nos representa también a nosotros. Porque, ¿quizá yo también me he construido mi templo donde me gusta encontrarme con Dios pero donde solamente encuentro un espejismo de Dios? Así sucede cuando miramos mucho a Dios y poco a los prójimos.
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