¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?... Y se escandalizaban a causa de Él.
Hay misioneros que, después de años pasados en países de misión, al regresar a sus patrias, encuentran más difícil evangelizar en los viejos países de cristiandad que en los países paganos. En los viejos países de cristiandad, muchos creen, como aquellos nazarenos, que ya saben todo lo que hay que saber sobre Jesús; y se vuelven impermeables al Evangelio. La fe se ha convertido en cultura y folklore.
Dios es ha encarnado: Dios es humilde, Dios es tierno, Dios está escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y entonces, a nosotros nos sucede como a los paisanos de Jesús; corremos el riesgo de que, cuando pase, no lo reconozcamos (Papa Francisco).
Y por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros.
El relato parece escrito para tantos viejos cristianos de nuestros días. Que son buena gente y que creen ser buenos cristianos, pero que no son capaces de dar testimonio de Jesús desde su experiencia personal. No ha habido en ellos efusión del Espíritu. Lo más triste es ver cómo Jesús se muestra impotente ante la incredulidad de sus paisanos. El relato nos trae a la mente la parábola del hijo pródigo. ¡Lo sencillo que le resultó al hijo indecente verse envuelto en el abrazo de su padre, y lo difícil que le resultó al hijo decente acogerse a ese abrazo!
El relato es, para todos, una invitación a aprender a asumir con entereza las incomprensiones y displicencias de nuestra propia gente. Jesús pondría en manos del padre aquella situación tan desagradable y también a todos aquellos paisanos suyos; y dejaría de dar vueltas al asunto.
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