Pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí.
Estampa para contemplación sabrosa. El trono del monte domina el mar. La estampa irradia la belleza de la naturaleza y el señorío de Jesús.
Siento compasión de la gente.
El sufrimiento humano le afecta profundamente. Ha sanado a tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos… Ahora se conmueve ante la multitud que le rodea y no tiene qué comer. Esa conmoción interior no se queda en puro sentimiento, sino que activa su creatividad e implica a otros en busca de una solución. Ellos, los discípulos, llenos de buenas intenciones (¿cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar una multitud tan grande?), carecen de inventiva porque tienen poca fe. La fe encuentra solución a cualquier problema.
¿Cuántos panes tenéis?
Pregunta especialmente oportuna para este tiempo de Adviento. Nada de limitarnos a lamentaciones ante las carencias de nuestro mundo o las necesidades de los prójimos. ¿Qué puedo hacer? Para comenzar puedo, por ejemplo, hacer una oración más viva, menos rutinaria. Desde esa oración, buscaré la manera de ayudar mejor a los más cercanos según mis posibilidades. Aunque no disponga más que de unos pocos panes y peces. Así de dinámico debe ser mi Adviento. Así debe ser mi espera de la venida primera y segunda del Señor.
¿Cuántos panes tenéis?
Jesús, saliendo al encuentro de las necesidades de la gente, crea fraternidad. Podía haber resuelto el problema sin ayuda. Pero quiere que nuestra relación con Él nos haga capaces de grandes cosas. Los discípulos se sienten reconocidos y amados, en sus posibilidades y no solo en sus carencias. Jesús cree en las personas y pide su colaboración para multiplicar la vida (Papa Francisco).
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