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03/02/2021 Miércoles cuarto (Mc 6, 1-6)

¿No es éste el carpintero…? Y se escandalizaban a causa de Él.

Está entre su gente: familiares y vecinos que le han visto crecer. El rechazo que encuentra entre ellos es un trago amargo para Él. Contemplamos este momento como un preludio o ensayo de la pasión. Contemplamos a Jesús ante la incredulidad de sus paisanos, y nos preguntamos podemos cómo reaccionamos nosotros ante la incredulidad que nos rodea. Es triste, pero no busquemos culpables en incompetencias o indignidades clericales, porque lo verdaderamente raro y milagroso es la fe.

Esta escena de Jesús en Nazaret es un momento en el que puedo apoyarme cuando me siento rechazado en mi propio ambiente. Me sirve también para descubrir que yo mismo dejo de reconocer a Jesús que se oculta en lo cotidiano de sucesos o personas poco aparentosas. ¿De dónde saca todo eso? Con este interrogante, los paisanos de Jesús apuntan al misterio de su persona. Un misterio supergrandioso con aspecto superhumilde.

Y no podía hacer allí ningún milagro… Y se maravilló de su falta de fe.

Donde hay fe hay milagros, y donde no hay fe no hay milagros. Jesús se muestra animado ante personas de mucha fe. Y se descorazona ante la poca fe de sus discípulos: Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará fe en la tierra? (Lc 18, 8).

La fe ensancha el corazón y nos hace cantar con el salmista: Me mantengo en paz y silencio como niño en el regazo materno (Salmo 131). La fe nos hace vivir instalados en la paz: La paz que infunde en el alma el pensamiento de que Él suple mis debilidades. Que si caigo en cualquier momento, Él está allí para levantarme e introducirme más en su interior (Santa Isabel de la Trinidad).

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