Sin embargo, no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza. Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas.
A pesar del dramático panorama presentado por Jesús, Él nos invita a vivirlo todo con serenidad; a no dejarnos dominar por el miedo. Cuando Dios se acerca a una persona, lo primero que esta persona escucha es: No tengas miedo. Lo escucharon Zacarías, María, los pastores, Pedro… No tengas miedo es la frase más repetida por Jesús a sus discípulos.
Claro que sentir miedo es algo tan humano que el mismo Jesús lo probó: Sintió pavor y angustia (Mc 14, 33). Pero su confianza en Abbá no permitió que el miedo condicionase su vida. San Pablo, experto en desgracias, dice: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó (Rm 8, 35-37). Y santa Teresa: Siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?
La despedida de Jesús en la última cena es, para todos, una invitación a ir por la vida con el señorío de quien se sabe en las mejores manos: Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero, ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
El Papa Francisco comenta: La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios.
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