El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie.
Peces grandes y pequeños, buenos y malos; todos son arrastrados hasta la orilla. La parábola se parece mucho a la de la cizaña. El momento de separar el trigo de la cizaña, los peces buenos de los malos, será solamente al final. Entretanto, a esperar. Con paciencia. La pesca, como la siembra, tiene éxitos y fracasos. Lo nuestro es continuar siempre sembrando la semilla o echando siempre las redes al mar. El resultado y la selección son cosas del Señor de los campos y de los mares.
¿Lo habéis entendido todo esto? Le dicen: Sí.
A punto de concluir el discurso de las parábolas, Jesús hace esta pregunta a sus discípulos. Nosotros nos detenemos para reflexionar sobre ella. Sin precipitarnos a responder, como lo hicieron aquel día sus oyentes. Para ayudarnos en nuestra reflexión, Jesús nos ofrece una última parábola.
Un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas.
El Papa Juan Pablo II usó la expresión fidelidad creativa para hablar de lo que debe ser la vida de los religiosos. La expresión es aplicable a todo creyente. Solemos dividirnos en conservadores y progresistas, pero la expresión nos invita a ser ambas cosas a la vez, recurriendo unas veces a lo antiguo, y otras echando mano de la inventiva. Porque Jesús era ambas cosas. Los jefes religiosos de su tiempo le tenían por revolucionario porque relativizaba cosas muy sagradas para ellos; sus discípulos le tenían por conservador porque nadie le hacía desviarse un punto de la voluntad del Padre. Conservadores en lo esencial, progresistas en lo secundario.
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