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03/10/2020 Sábado 26 (Lc 10, 17-24)

Él les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Así habla Jesús a los setenta y dos discípulos que vuelven contentos y maravillados de su misión, porque hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Es un anuncio de lo ya inminente: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será derribado. Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 31-32).

Ved que os he dado poder de pisotear a las serpiente, a los escorpiones y a todas las fuerzas del enemigo, y nada podrá haceros daño.

Demonios, serpientes y escorpiones son símbolos de todo lo puede hacernos daño. Hoy hablaríamos de pandemias, cánceres y miedos. Quienes tenemos puesta nuestra confianza en Dios, como niños en sus papás, iremos por la vida sin temores.

Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños.

La madre de Jesús estaba profunda y gozosamente convencida de esto. En su Magnificat canta a este Dios nuestro que se complace en trastocar prioridades y jerarquías. El Magnificat nos abre las puertas de ese compendio del Evangelio que son las bienaventuranzas.

¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Muchos quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron.

Los creyentes no podemos gloriarnos de lo que tenemos como si fuese fruto de nuestros esfuerzos. No tengo ningún mérito por no haberme entregado al amor de las criaturas, ya que solo la misericordia de Dios me preservó de hacerlo… Sé también que Jesús me ha perdonado mucho más que a Santa María Magdalena, pues me ha perdonado por adelantado, impidiéndome caer (Santa Teresita).

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