Quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado.
Jesús ha sido invitado a comer en casa de un fariseo que goza de mucho prestigio en la ciudad. La fama de Jesús como maestro es reconocida por todos. Sentado a la mesa, y viendo cómo los invitados buscan los primeros puestos, imparte una lección de sensatez muy en consonancia con la sabiduría del Antiguo Testamento. Por ejemplo: Que no te humillen por tu insensatez (Si 13, 8); o también: Más vale escuchar: Sube aquí, que ser humillado ante un noble (Prov 25, 7).
Pero la lección de Jesús va más allá de la sensatez; entra de lleno en la sabiduría del Nuevo Testamento. Cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto. Con estas palabras, Jesús nos está invitando a acompañarle buscando los últimos lugares y practicando las tareas de los siervos. Es ahí, en el último puesto, donde le acompañamos, ya que Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo (Flp 2, 6-7). Llega a lavar los pies de los discípulos y nos dice: Si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros tenéis que lavaros mutuamente los pies (Jn 13, 14).
Un autor actual escribe: El último puesto ya está cubierto. Lo ocupa el mismo Jesús que se ha hecho humilde servidor y siervo obediente hasta la muerte de cruz. Jesús no cede a nadie ese puesto, pero está dispuesto a compartirlo con quienes queremos vivir como Él. En la lógica del Evangelio subir es bajar y bajar es subir.
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