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05/07/2023 Miércoles 13 (Mt 8, 28-34)

Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos…

Mateo traza unas pinceladas dramáticas de la región de Gadara; la hace símbolo de sociedades satisfechas con sus puercos. Nos habla de endemoniados, de sepulcros, de violencia, de puercos… Es un marco hostil a Jesús, aunque se trate de una hostilidad disfrazada de modales corteses.

Los endemoniados se pusieron a gritar: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?

Los demonios parecen tener mano libre para torturar al hombre hasta que llegue la plenitud de los tiempos. Son muchos; podrían agruparse en torno a los siete pecados capitales. Pero no todo lo que parece demonio lo es. Hay demonios que, más que demonios, son cruces de las que nos gustaría liberarnos. Hay demonios que son oportunidades para afianzar nuestra confianza en el Señor; pensemos en el demonio moderno de la compulsión para asomarnos a páginas feas de internet; pensemos en el demonio del aguijón de la carne que abofeteaba a san Pablo: Tres veces rogué al Señor que se alejase de mí, pero Él me dijo: Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza (2 Cor 12, 8-9).

El pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

Comenta el Papa Francisco: Cuando el mal espíritu logra anestesiar la conciencia, se puede hablar de su verdadera victoria: se convierte en el dueño de esa conciencia. Y de poco sirve decir como hacen algunos: ¡Esto sucede en todas partes! ¡Todos somos pecadores! Porque en ese todos está el ninguno. Todos, pero yo no. Y de ese modo se acaba viviendo esa mundanidad que es hija del mal espíritu.

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