05/11/2025 Miércoles 31 (Lc 14, 25-33)
- Angel Santesteban

- hace 3 horas
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En el capítulo 9 de su Evangelio, Lucas nos dice que Jesús comienza su viaje a Jerusalén (v. 51). Luego (13, 22), nos recuerda que Jesús atravesaba ciudades y pueblos mientras caminaba hacia Jerusalén (13, 22). Ahora, estamos en el capítulo 14, nos dice que caminaba con Él mucha gente; siempre con Jerusalén como meta. Y vemos a Jesús que no parece satisfecho con tanto seguidor. Por eso que, volviéndose, les dice: Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
El seguimiento de Jesús no es obligatorio. Como dijo al joven rico, los mandamientos sí son obligatorios; para todos. El seguir a Jesús no es obligatorio: Si quieres… (Mt 19, 21). Por eso que para seguir a Jesús, para ser cristiano, no basta ser bueno. A Jesús le sobraban seguidores. Por eso que se muestra tan exigente y tan radical con la multitud. Hasta que consigue quedarse con solo unos pocos: Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?... Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él (Jn 6, 60; 66).
¿Quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla?
Con las dos parábolas, la torre y el rey, Jesús ilustra las condiciones necesarias para ser verdadero discípulo suyo, verdadero cristiano. Para ser verdadero cristiano es necesario vivir cordialmente cercano a Jesús. Esto lleva aparejado el no quedarnos quietos, sino siempre, junto a Él, en camino hacia Jerusalén. Nada ni nadie debiera interponerse entre discípulo y Maestro.
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