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05/2024 Martes 31 (Lc 14, 15-24)

El amo dijo al criado: Sal a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa.

El criado había sido enviado antes a plazas y calles; a los que viven en la ciudad. Ahora el criado es enviado a caminos y veredas: a los que viven fuera de la ciudad, en el campo. El gran banquete es para todos, los de dentro de la ciudad y los de fuera.

Oblígalos. Hay traductores que, sintiendo cierto vértigo ante la dureza del verbo obligar, lo suavizan y lo cambian por el verbo insistir: insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Como dice un autor actual, nos da miedo tanto don, tanto amor, tanta gracia, tanta gratuidad. Se nos hace difícil aceptar con brazos y corazón abierto la Buena Noticia, el Evangelio; nos brotan cantidad de peros. San Juan dice: El amor llegará en nosotros a su perfección si somos en el mundo lo que Él fue y esperamos confiados el día del juicio. En el amor no cabe el temor, antes bien, el amor desaloja el temor. Pues el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto (1 Jn 4, 17-18).

Oblígalos a entrar hasta que se llene la casa. Y la sala del banquete se llena con personas que nunca han soñado cosa parecida. Es el triunfo de la gracia. Lo bueno que sale de nosotros no es mérito nuestro, sino suyo. La fuerza del Amor es tal que es capaz de atraer a todos hacia sí, sin violentar la libertad de nadie. Ahí es donde Dios muestra de la manera más espectacular que verdaderamente Él es el Todopoderoso.

 

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