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06/02/2024 Santos Pablo Miki y compañeros (Mc 7, 1-13)

Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.

Fariseos y escribas se escandalizan porque algunos discípulos de Jesús comen sin lavarse las manos. No es por la falta de higiene, sino por contravenir una venerable tradición. La mentalidad farisea se caracteriza por apegarse a la letra de una norma de tal manera que llega a olvidarse de su razón de ser. La mentalidad farisea atiende más a las acciones externas que a los sentimientos del corazón. La mentalidad farisea produce personas piadosas, pero priva a la religión de su dimensión liberadora y fraterna. Al tocado por la mentalidad farisea le complacen sobremanera la suntuosidad del templo y la solemnidad de las liturgias. Pero vemos cómo Jesús muestra su profundo desagrado ante semejante adulteración de lo religioso.

Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios,  pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.

Jesús es apasionadamente antifariseo, antiformalista, antilegalista. Él, ocupado en preparar a sus discípulos para la gran novedad de la Buena Noticia, ve en la mentalidad farisea su más sutil enemigo. En una ocasión les/nos dice: Guardaos de la levadura de los fariseos (Mt 16, 6). Quiere conducirnos, poco a poco, a lo esencial de su vida y de su misión; que son también vida y misión nuestras.

Todas las estructuras que los años van acumulando en la vida personal o eclesial son buenas si conducen al amor: el amor de Dios viviendo en la más absoluta confianza, y el amor al prójimo lavándonos los pies los unos a los otros como Él nos enseñó.

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