¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!
Luego añade Cafarnaún. Son tres poblaciones que han escuchado su palabra con frecuencia y que han sido testigos de muchos de sus milagros. Podría haber añadido también su pueblo de Nazaret, que le ha rechazado. Y ¡cómo no!, su querida ciudad de Jerusalén: Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella (Lc 19, 41).Los habitantes de estas poblaciones vivían blindados en sus venerables tradiciones y estilos de vida, y habían perdido la agilidad necesaria para la escucha y el cambio.
De igual manera podría Jesús añadir los nombres de algunas personas, como el joven rico; personas que no consiguen abandonar los viejos caminos de salvación para seguir el camino nuevo de salvación propuesto por Jesús.
¿Serán válidos los ayes de Jesús también para nosotros? Porque también a nosotros nos cuesta olvidar nuestros caminos para seguir el suyo: El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo (Mt 16, 24). ¿No seguimos pensando que nos salvamos con nuestros propios esfuerzos?
Santa Teresita escribe a su hermana Celina: No debes mirarte a ti misma ni examinar demasiado tus propios defectos… Felizmente es a ti a quien hablo, pues otras personas no podrían comprender nuestro lenguaje.
Y a otra hermana suya, Leonia, que temía condenarse, le dice: ¡Le toca a Jesús pagar todos los gastos del viaje y el precio de entrada en el cielo!
El Papa Francisco comenta: Queremos la salvación, pero como nosotros la queremos. No como la quiere el Señor. Este es el drama de la historia de la salvación. El drama de la resistencia a ser salvados. Se trata de una herencia que todos hemos recibido, porque también en nuestro corazón está esta semilla de resistencia a ser salvados como el Señor quiere salvarnos.
Comments