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06/11/2020 Santos Pedro Poveda y compañeros (Lc 16, 1-8)

El amo alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado. Pues los ciudadanos de este mundo son más astutos con sus colegas que los ciudadanos de la luz.

La parábola gira en torno al tema de las riquezas, tema tan frecuente en el Evangelio de Lucas. En la parábola volvemos a comprobar lo peligroso de las riquezas para vivir el ideal evangélico. Pero la lección específica de esta parábola consiste en hacernos ver que algo tan peligroso como las riquezas puede ser convertido en un aliado de cara a la meta final.

Es evidente que la parábola no es una invitación a imitar los actos del administrador. Es una invitación a imitarle en lo de detenerse a cavilar sobre cómo reaccionar ante una situación complicada.

El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el amo me quita mi puesto?

Es el punto central de la parábola. El administrador se dio tiempo para pensar. Supo enfrentarse a la adversidad y no se dejó atrapar por el abatimiento ni por la resignación. Hasta entonces, aturdido por las riquezas que llenaban su bolsillo y su corazón, no había ejercido de ser humano: El hombre opulento no entiende, a las bestias mudas se parece (Salmo 49, 21). Pero cuando llegó la adversidad hizo el gran descubrimiento; el de sus prójimos, tan ignorados hasta entonces.

La parábola desacredita la resignación, el conformismo, la pasividad. Es una invitación a reconsiderar nuestra postura ante lo que merma la capacidad de pensar y de reaccionar: medios de comunicación, opinión pública, etc. Es una invitación a buscar momentos de silencio, de reflexión, de oración para saber verlo todo y vivirlo todo en la perspectiva más auténtica.

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