07/07/2025 Lunes 14 (Mt 9, 18-26)
- Angel Santesteban
- 6 jul
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Mientras les explicaba eso, se le acercó un funcionario… Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás.
La resurrección de la hija del funcionario y la curación de la mujer enferma tienen diferencias que, aunque secundarias, son dignas de tener en cuenta. Por ejemplo, el hecho de que el hombre se acerca a Jesús de frente y habla en presencia de todos: Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ellas y vivirá. La mujer, por el contrario, se acerca por detrás, escondida entre la gente sin pronunciar palabra: Pues se decía para sí: Con solo tocar su manto, me salvaré.
Son diferencias secundarias, porque, en ambos casos, lo verdaderamente importante es la fe sin fisuras del hombre y de la mujer. Con semejante fe, los dos milagros se realizan con naturalidad, sin aspavientos.
Todo el Evangelio, dice el Papa Francisco, está escrito a la luz de esta fe. Cualquier persona desesperada y cansada hasta la muerte, si confía en Jesús y en su amor puede volver a vivir.
Contemplamos a este Jesús humano, Señor y Dador de vida, que, en el Evangelio de Marcos dice al padre de la niña muerta, y nos lo dice a todos: No temas, basta que tengas fe (Mc 5, 36). Ninguna situación, por intrincada que sea, es irreversible: Os aseguro que el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún (Jn 14, 12).
Contemplamos a este Jesús humano, Señor y Dador de vida, que toca y se deja tocar. Toca a la niña muerta cogiéndola de mano; cura a la mujer de las hemorragias dejándose tocar por ella: Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano (Santa Teresa).
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