¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?
Los fariseos reprochaban ayer a Jesús su poca seriedad ante elementos religiosos tan importantes como el ayuno. Hoy se quejan de su irreverencia ante leyes que custodian algo tan sagrado como el sábado. Ayer Jesús respondía de manera enigmática diciendo que la presencia del novio relativiza el ayuno; no le entendieron. La respuesta de hoy es más rotunda: El Hijo de Hombre es señor del sábado. Tampoco la entienden. Y tampoco parece que eso le importe a Jesús.
Parece claro que Jesús se altera más ante quienes viven la religión de la ley que antes quienes cometen adulterio. Parece perder el control ante la religiosidad que absolutiza la ley, convirtiéndola en instrumento de opresión. De igual manera reaccionaba san Pablo. A los cristianos de Galacia llega a decirles: ¡Ojalá que se mutilaran los que os perturban! (Gal 5, 12). Y a los de Filipos: ¡Cuidado con los perros, cuidado con los embusteros, cuidado con los mutilados! (Flp 3, 2). A todos nos resulta sencillo aguar el vino y adulterar el Evangelio de Jesús. A todos se nos hace fácil suplantar la misericordia con la ley. Todos estamos expuestos ser a ser invadidos por la cirrosis del corazón. Jesús relativiza la ley para absolutizar la vida de las personas.
El espíritu humano es muy inseguro y se agarra a cosas que piensa pueden darle seguridad: la ley, la disciplina. Jesús propone como fuente de seguridad la fe, la confianza absoluta en Él: Él es nuestra paz (Ef 2, 14).
El Hijo del Hombre es señor del sábado. No se hizo el hombre para el domingo o para el fin de semana; el domingo y el fin de semana se hicieron para el hombre.
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