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07/11/2023 Martes 31 (Lc 14, 15-24)

El Evangelio de hoy insiste, como el de ayer, en el tema de la gratuidad. Si el de ayer se refería a la gratuidad nuestra hacia los prójimos, el de hoy se refiere a la gratuidad de Dios hacia nosotros.

Uno de los invitados, al oírlo, dijo: ¡Dichoso el que coma en el reino de Dios!

Este señor cree que los que se salvan son pocos, muy pocos. Cosa normal cuando ponemos los ojos en las miserias humanas personales y universales. Pero, a juzgar por la respuesta de Jesús, parece que debemos poner los ojos más allá de las miserias humanas. Es lo que nos dice Jesús con la parábola de los invitados a la gran cena. Parábola que concluye así:

El amo dijo al criado: Sal a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa.

Todos, pobres, lisiados, ciegos y cojos, obligados a comer en el reino de Dios. Todas esas discapacidades deben ser entendidas en su sentido más profundo: engloban todas las miserias humanas. Esto nos hace evocar algunas frases audaces de san Pablo:

- Donde proliferó el delito, lo desbordó la gracia (Rm 5, 20).

- Todos han pecado y están privados de la presencia de Dios. Pero son absueltos sin merecerlo, generosamente, por el rescate que Jesucristo entregó (Rm 3, 23-24).

- Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32).

El Papa Francisco dice que la salvación es un regalo de Dios… El Señor no pide nada a cambio: solo amor, fidelidad, como Él es amor y Él es fiel. Porque la salvación no se compra.

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