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08/01/2021 Viernes después de Epifanía (Mc 6, 34-44)

Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos pues estaban como ovejas que no tienen pastor.

Vio y se compadeció. Es muy humano y muy bueno sentir compasión ante calvarios ajenos. Muy humano y muy bueno por ser señal de no tener un corazón de piedra. Pero de poco sirve si todo eso queda en puro sentimiento: Obras quiere el Señor, dice Santa Teresa. Jesús siente compasión y se ingenia para aliviar la necesidad de la multitud. Además, implica en la tarea a los discípulos: Dadles vosotros de comer.

Se le acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas del contorno a comprarse de comer.

No se les ocurre otra solución; no ven posible socorrer a la multitud. Pero Jesús siempre ve posible hacer algo. Nunca mira a otro lado ante las penurias de la gente. Tampoco critica la incompetencia de los poderes públicos. La crítica negativa envenena el ambiente. Los discípulos tenemos que adoptar como actitud de vida la postura de Jesús. Porque siempre podremos hacer algo si, después de mirar a los prójimos necesitados, levantamos los ojos hacia Él.

Dadles vosotros de comer.

Después de una primera reacción de sorpresa e incredulidad, los discípulos se ponen a la tarea fiados en la palabra de Jesús. Entre todos consiguen juntar cinco panes y dos peces…; serán más que suficientes para la multitud, porque al final sobrarán doce cestos de pan y de peces.

Entendemos el relato como un milagro, sí; pero, sobre todo, como una lección. Lo poco que tenemos, si compartido, se multiplica.

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