26/11/2024 Martes 34 (Lc 21, 5-11)
- Angel Santesteban
- 25 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Llegará un día en que todo lo que contempláis lo derribarán sin dejar piedra sobre piedra.
Las cosas se ven y se viven de una forma desde la óptica humana y de otra forma muy distinta desde la óptica de Dios. Los creyentes estamos supuestos a verlo y vivirlo todo desde la óptica de Dios. Eso hará que permanezcamos serenos ante la adversidad por muy terrible que sea. Ninguna desgracia nos hará perder la confianza: A vosotros, hermanos, como no vivís a oscuras, no os sorprenderá ese día como un ladrón. Sois todos ciudadanos de la luz y del día; no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas (1 Tes 5, 4-5).
Sin dejar piedra sobre piedra.
A lo largo de la vida experimentamos una continua sucesión de pérdidas. Pablo lo llama el desmoronamiento del hombre exterior (2 Cor 4, 16). Con todo eso, el Evangelio es capaz de instalarnos en el esplendor de la luz; es capaz de hacernos ver que somos como la arcilla que está siendo modelada por el gran Alfarero; es capaz de hacernos descansar en el más confiado abandono. También lo dice Pablo: El que comenzó en vosotros la obra buena, la terminará (Flp 1, 6).
¡Atención, no os dejéis engañar!... Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no tengáis pánico.
Jesús exhorta: ¡No os dejéis engañar! ¿A qué engaño se refiere? Es el engaño de la alienación, del aislamiento: el engaño por el cual yo estoy distraído, no pienso, y vivo como si nunca tuviera que morir. ¿Cómo me encontrará el Señor? ¿Esperando, o en medio de tantas alienaciones de la vida, engañado por las cosas que son superficiales, que no tienen trascendencia? (Papa Francisco).
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