Si ayer celebrábamos la fiesta de un Dios que es corazón, que es Amor, hoy celebramos la fiesta del corazón de la criatura que mejor ha sintonizado con el corazón de Dios, el de la madre de Jesús, el más agraciado y el más agradecido de todos los corazones. Si Dios escogió el camino de la cruz como manifestación suprema de su amor, María seguirá ese mismo camino. Lo vemos en el Evangelio de este día.
Al cabo de tres días le encontraron en el templo.
La cruz tiene muchos y muy diversos perfiles. Para María y José tuvo el perfil de la angustia en su búsqueda de Jesús perdido. Los tres días de angustia prefiguran el evento pascual.
¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?
Su madre se le ha quejado: Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. La respuesta de Jesús no parece especialmente delicada. Ellos no comprendieron lo que les dijo. El Evangelista Lucas nos presenta aquí a María como modelo del cristiano: su madre conservaba todo esto en su corazón.
Santa Teresita dice: Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida imaginaria. Habría que decir que ella vivía de fe igual que nosotros, probarlo por el Evangelio, donde leemos: No comprendieron lo que les dijo.
En una de sus poesías, Teresita se dirige a María con estos versos: Contemplando tu vida según los Evangelios, - ya me atrevo a mirarte y hasta a acercarme a ti; - y me resulta fácil creer que soy tu hija, - pues te veo mi igual en sufrir y morir.
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