Jesús se volvió, y al verla le dijo: ¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado. Y se salvó la mujer desde aquel momento.
La vergüenza que produce en ella su enfermedad, excluye a esta mujer de la vida social. También la ley; porque cuando una mujer tenga flujo de sangre durante muchos días, fuera del tiempo de sus reglas o cuando sus reglas se prolonguen, quedará impura mientras dure su flujo, como en los días del flujo menstrual (Lev 15, 25). Es sencillo identificarnos con esta mujer en momentos especialmente oscuros. El Papa Francisco comenta: Cuántas veces nos sentimos interiormente descartados por nuestros pecados. Pero el Señor nos dice: ¡Ánimo!, ¡ven! Para mí tú no eres un descartado. Eres un hijo, una hija. Y este es el momento de la gracia, es el momento del perdón, es el momento de la inclusión en la vida de Jesús, en la vida de la Iglesia. Es el momento de la misericordia.
Echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó.
El padre de la niña tiene tanta fe que cree que Jesús puede devolver la vida a su niña muerta: Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes e impones la mano sobre ella, volverá a vivir. En las situaciones más desesperadas, Él siempre está dispuesto a tomarnos de la mano y levantarnos. Aunque caiga frecuentemente, conseguiré con mi fe plena de confianza que Él me levante. Tengo la certeza de que Él me perdonará y lo borrará todo. Más aún; Él me despojará, me librará de mis miserias y de cuanto obstaculice su acción divina, atraerá irresistiblemente mis potencias, las hará prisioneras de su amor triunfando sobre ellas en Sí mismo (Santa Isabel de la Trinidad).
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