08/10/2024 Martes 27 (Lc 10, 38-42)
- Angel Santesteban
- 7 oct 2024
- 2 Min. de lectura
Mientras ellos iban de camino, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
En este relato Lucas no menciona a Lázaro, el tercero de los hermanos. En el relato de la resurrección de Lázaro de Juan (cap. 11), tienen mucho protagonismo las dos hermanas. Por cierto, con los mismos rasgos de carácter; rasgos que, con la llegada de Jesús, provocan reacciones muy diferentes en las dos hermanas.
Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio.
A Marta, entregada en cuerpo y alma al servicio, le vemos tensa, indignada contra su hermana. No disfruta de la presencia de Jesús en su casa. Lo contrario de su hermana María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Llega el momento en que Marta revienta: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.
Hay cariño en el reproche de Jesús a Marta. Le invita a reflexionar sobre su actitud en el servicio. Es que el activismo conduce fácilmente a la pérdida de perspectiva, a la inquietud por agradar y quedar bien, y a olvidar lo más importante: el sentarnos a los pies de Jesús para escuchar su palabra. El activismo llega a transformarnos en jefes de la casa de modo que acabamos dando órdenes a todos, también al Señor.
Que Marta y María vayan siempre de la mano en nuestras vidas. Que se pongan de acuerdo para turnarse en el servicio y en estar sentados a los pies de Jesús para escuchar su palabra.
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