08/11/2025 Sábado 31 (Lc 16, 9-15)
- Angel Santesteban

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Y yo os digo que con el dinero sucio os ganéis amigos, de modo que, cuando se acabe, os reciban en la morada eterna.
A partir de la parábola de ayer del administrador astuto, Jesús nos invita a una sana relación con el dinero, sin dejarnos avasallar por él; no nos suceda como a esas mariposillas nocturnas que pierden sus alas revoloteando alrededor de una llama. Jesús nos pide sensatez. Como la de Job: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el Nombre del Señor! (Job 1, 21).
El dinero, que tiene corazón de piedra, endurece los corazones de carne; no conoce la compasión. Por eso que, para Jesús, el dinero es el gran enemigo del proyecto humanizador de Dios: No podéis servir a Dios y al dinero.
El dinero logra hacerse con la confianza del ser humano para luego defraudarlo. Quien se propone como meta de vida algo en lo que el dinero juega un papel importante, difícilmente podrá aspirar a ideales humanitarios o espirituales. El dinero apaga la clarividencia de quien lo posee; lo veremos en seguida en la parábola del rico y del pobre.
Oyeron esto unos fariseos y se burlaban de Él. Las palabras de Jesús sobre el dinero resultan descabelladas para la persona que no está en sintonía con Él, aunque esa persona sea de mucha religión, como lo eran aquellos fariseos.
El Papa Francisco comenta: Mientras que honrar ídolos materiales lleva a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios y su Reino no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma en la esperanza y que deja a Dios su plena realización.
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