Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla.
Si le pedimos a Jesús que nos explique qué quiere decir al hablar de estas cosas, nos mencionaría palabras como misericordia, bondad, perdón, compasión. Nos diría que eso es Dios; y nos diría que solamente los sencillos son capaces de entenderlo, de vivirlo y de disfrutarlo. En verdad el mensaje de Jesús, el Evangelio, es buena noticia solamente para los pobres de corazón. No puede serlo para los satisfechos; para quienes creen ser algo, o tener algo, o poder algo. Los sabios y entendidos son los que, independientemente de su educación, prescinden de Dios y confían en lo que son o en lo que tienen. Jesús insiste mucho a lo largo de los Evangelios en ser sencillos como niños y en estar atentos a los más desamparados.
Para ser verdadero cristiano no es necesario ni ser inteligente ni saber mucho; basta con creer y confiar. La presunción y la autosuficiencia no dejan espacio al Dios de la misericordia ni a la fraternidad.
Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cuando estamos cansados y agobiados, cuando experimentamos amargamente nuestras impotencias y miserias, es cuando acudimos a Él. Es, en definitiva, el camino de la cruz el que nos conduce al mejor conocimiento de Dios y al mejor conocimiento de nosotros mismos. Jesús, suprema revelación de Dios, nos dice con su vida y con sus palabras que Dios es Padre. De ahí la relación filial con Él, y de ahí la relación de fraternidad con todo ser humano.
Yo os aliviaré. No nos dice que eliminará cansancios o agobios. Vivir cordialmente cercanos a Jesús no nos sitúa por encima de los vaivenes de la vida cotidiana. Lo que nos hace especiales como seguidores de Jesús no es la ausencia de cruces, sino la certeza de saber a Dios cercano. Por eso afrontamos las cosas tal como son, y las vivimos con entereza y con paz.
Quiero seguir siendo NIÑO, dependiente de Ti. No quiero ser autosuficiente ni sabio ni entendido.
Te entrego los agobios y cansancios de mi vida; te los entrego como un NIÑO que no necesita explicaciones; sólo necesita sentirse amado.
¡Gloria a Dios!