Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos.
El Padrenuestro es fruto de una petición de los discípulos. Observan con frecuencia a Jesús orando y quedan fascinados ante tal intensidad.
Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino…
El secreto de la intensidad de la oración del Maestro y del discípulo se esconde en la primera palabra: PADRE. También otras religiones llaman a Dios Padre, pero ninguna se ha atrevido a llamar a Dios Papá, como lo hace Jesús, usando el término arameo Abbá con que se dirigía de muy niño a su padre José.
Dios es Padre de todos y el Padrenuestro puede ser rezado por todos sin distinción de religión; no se menciona a Cristo o a la Iglesia. La palabra Padre, Papá, lo dice todo. Así lo vive santa Teresa: ¡Oh Hijo de Dios y Señor mío! ¿Cómo dais tanto junto a la primera palabra? ¿Cómo nos dais en nombre de vuestro padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas.
Venga tu Reino.
Rezamos con gozo profundo el Padrenuestro cuando se nos ha dado descubrir la grandiosidad y la inevitabilidad del Reino de Dios al final de los tiempos. Aunque así lo parezca, el mundo no se está deslizando hacia el caos sino hacia los brazos amorosos de Dios. El mundo no lo sabe, pero el mundo ya está salvado. Tanto los desastres del mundo como nuestros propios desatinos personales son la batalla final entre la luz y las tinieblas: y las tinieblas no la vencieron (Jn 1, 5).
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