Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas…
Son funcionarios de la religión. Igual que unos se ganan la vida como mecánicos, ellos se la ganan como clérigos. Carecen de interioridad consistente; por eso cuidan la fachada: ropajes, ceremonias, protocolos… Han conseguido trasformar la religión en cultura y en fuente de beneficio personal. Es una perversión que se da en todo tiempo y lugar. Ya lo denunciaban los profetas: Este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí (Is 29, 13).
Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que todos los demás.
Hay pobres muy ricos y ricos muy pobres. Esta pobre viuda es muy rica. Para llegar a una vida de tal plenitud ha debido pasar por un fuerte proceso de purificación. Ella es figura de Jesús; como ella, también Él dio todo lo que tenía. Contemplando a aquella mujer, a Jesús le brillan los ojos y el corazón. Y nos la presenta como modelo. Modelo de una vida centrada en Dios. Sin dejarnos condicionar por si somos o no somos vistos. A poder ser, permaneciendo en el anonimato, sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha.
Jesús nos dice hoy que el metro para juzgar no es la cantidad, sino la plenitud. Hay diferencia entre billetera y corazón… Hay enfermedades cardíacas que hacen que el corazón se baje hasta la billetera… ¡Y esto no va bien! Amar a Dios con todo el corazón significa confiar en Él, en su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres, sin esperar nada a cambio (Papa Francisco).
Como ella (la pobre viuda), "Él dio todo lo que tenía". Como dice Tobias en la primera lectura, el secreto del rey hay que guardarlo, pero las obras de Dios hay que PUBLICARLAS y PROCLAMARLAS. ¿No vivimos los cristianos demasiado en secreto?
¡ Gloria a Dios!