El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
Lo ha dicho de forma más poética con la parábola del grano de trigo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. En otra ocasión lo dijo de forma más cruda: Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga (Mt 16, 24). San Juan de la Cruz hace una traducción muy personal: Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. – Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. – Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. – Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
Todos anhelamos una vida feliz, sin lugar para el sufrimiento o la muerte… hasta que queremos de verdad. La persona narcisista, ocupada consigo misma, no sabe de plenitud de vida. Pero cuando se ama, cuando se quiere de verdad, entonces se comprende que el sufrimiento y la muerte son parte de la vida. Se llega incluso a entender que precisamente entonces, cuando uno se entrega por la persona querida, entonces se encuentra la plenitud. En el ámbito natural, lo sabe y lo vive cualquier papá o mamá. En el ámbito espiritual lo saben los hombres y mujeres de Dios. Como Pablo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 20).
Comments