10/10/2025 Viernes 27 (Lc 11, 15-26)
- Angel Santesteban

- 9 oct
- 2 Min. de lectura
Habiendo expulsado a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: Expulsa los demonios con el poder de Belzebú, jefe de los demonios.
Hay demonios tan fáciles de identificar como el del Evangelio de hoy, o el de tantas lastimosas adicciones que todos conocemos. En presencia de Jesús, estos demonios tiemblan. Pero hay otra clase de demonios tan difíciles de identificar como los que se han instalado en estos personajes del Evangelio que tergiversan las acciones y las intenciones de Jesús; demonios educados los llamaba el Papa Francisco. Son demonios inmunizados a la presencia de Jesús; son capaces de instalarse plácidamente en personas de mucha religión.
Es cosa sabia ser conscientes de la gran capacidad que tenemos los humanos para distorsionarlo todo, para recelar, para sospechar, para proyectar sombras donde hay luz, para creernos modélicos o indispensables cuando, en realidad, estamos siendo una cruz para nuestros vecinos. Es cosa sabia ser conscientes de que todos llevamos demonios escondidos en los pliegues de nuestra interioridad. Es cosa sabia, sobre todo, entender que Dios y los demonios no son dos poderes que estén al mismo nivel.
Con todo esto claro, viviremos las realidades demoníacas con la despreocupación de Teresa de Ávila: Me río de todos los demonios. No entiendo estos miedos: ¡demonio, demonio! Cuando podemos decir: ¡Dios, Dios! Y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios, siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden hacer a mí? ¿Por qué no he de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno?
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