Antes les/nos ha dicho: No os turbéis. Creed en Dios y creed en mà(14, 1). Ahora les/nos dice: Os aseguro que lo que pidáis a mi Padre, os lo dará en mi nombre… Pedid y recibiréis, para que vuestra alegrÃa sea completa.
¿Es posible decirlo más claro? ¿Es posible ofrecer mayores garantÃas para que los discÃpulos vivamos en la más absoluta tranquilidad? Por eso, como escribe el Papa Francisco, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin lÃmites y que lo ha dado todo en la cruz de Jesucristo.
En mi nombre. Jesús es el lugar de encuentro con el Padre; el único que hace posible la nueva relación de amor filial con Dios: Nadie va al Padre si no es por mà (Jn 14, 6). Viendo y escuchando a Jesús, vemos y escuchamos al Padre. Jesús es su Palabra, y no tiene otra. Todo pasa por Jesús; de nosotros hacia el Padre y del Padre hacia nosotros.
Salà del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre.
Jesús hace suyas las palabras del Evangelista Juan. Al principio de la última cena, habÃa escrito: Sabiendo Jesús que habÃa llegado su hora de pasar de este mundo al Padre (13, 1). La muerte de Jesús es vista y presentada de dos maneras distintas. Los Sinópticos la ven y la presentan envuelta en dramatismo; como en blanco y negro. Juan la ve y la presenta envuelta en gloria; como en color. Mientras los Sinópticos provocan lágrimas de pena, Juan provoca lágrimas de alegrÃa.
También nuestra muerte puede ser vista y vivida de las dos maneras. ¡Qué bueno serÃa vivirla a lo Juan!