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11/08/2023 Santa Clara (Mt 16, 24-28)

Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.

El camino del amor no es un camino de rosas. Quien sabe de verdadero amor, lo sabe. Y si hablamos del amor divino no tenemos sino contemplar a quien nos amó hasta el extremo de la cruz.

Jesús pronuncia estas palabras inmediatamente después de haber hablado del grano de trigo que queda infecundo si no muere al caer en tierra. Nos pide que nos neguemos a nosotros mismos; que no nos preocupemos por nada nuestro. Santa Teresita avanzó en este camino hasta llegar a decir: Cuando me olvidé de mí, fui feliz.

Jesús nos pide, además, a quienes seguimos sus pasos que carguemos con nuestras cruces. ¿Qué significa eso? La respuesta la encontraremos en la contemplación del Crucificado. Él, desde la cruz, nos dice que cargar con la cruz significa poner nuestra vida al servicio de los demás de forma desinteresada.

A veces es posible escuchar a predicadores que recorren el mundo predicando a un Jesús sin cruz. Como si el amor fuese posible sin ella. Sepamos bien sabido que la cruz no es el precio pagado para satisfacer a un Dios enfurecido por la maldad humana. Sepamos bien sabido que la cruz es el mayor alarde del amor de Dios. San Pablo lo tenía muy claro: Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia (Rm 11, 32).

Quien se empeñe en salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mí la conservará.

Mi vida no es para mí, sino para los demás. Como la suya. Eso es amar.

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