El que es de fiar en lo poco, es de fiar en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho.
Jesús no pide grandes hazañas. Pide que, confiando en Él, seamos fieles en las cosas ordinarias de la vida cotidiana. Pide que, como dice san Pablo, sepamos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado (Rm 15, 1); que no hagamos nada por vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo, sin buscar el propio interés sino el de los demás (Flp 2, 3-4).
El secreto de una vida de fidelidad en lo cotidiano está en la confianza. Poner la atención en los propios esfuerzos y propósitos conduce al desencanto del fracaso. La confianza conduce a la humildad, a la verdad. Porque como dice santa Teresa, es gran verdad entender que no somos nada; quien esto no entiende, anda en mentira.
Un empleado no puede estar al servicio de dos señores: pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero.
El seguimiento de Jesús, el ser cristiano, no es compatible con la codicia, la ambición o la búsqueda de honores. El seguimiento a Jesús, el ser cristiano, consiste en servirle a Él en los hermanos.
El Señor nos dice que el servicio es único; que no podemos servir a dos amos. O Dios o las riquezas. Podemos alejarnos de esta actitud de servicio, primero, por un poco de pereza. Y ésta pone tibio el corazón. La pereza te convierte en un comodón. La pereza nos aleja del servicio y nos lleva a la comodidad, al egoÃsmo (Papa Francisco).