Los hijos están exentos. Pero para no dar motivo de escándalo, ve al lago, echa un anzuelo y al primer pez que pique agárralo, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti.
Se trata del impuesto anual que todo israelita adulto solía pagar para las necesidades del templo. Cuando los cobradores del impuesto preguntan a Pedro si el Maestro lo pagaba, Pedro les dice que sí. Jesús está de acuerdo con Pedro, pero hace una importante aclaración: Los reyes del mundo, ¿a quiénes cobran impuestos, a sus hijos o a los extraños? Los hijos, por ser hijos, están libres de imposiciones. ¡Qué plácidamente viviríamos si asumiésemos nuestra realidad de hijos! Viviríamos, domo dice Pablo, emancipados de la esclavitud de la corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Rm 8, 21).
Pero para no dar motivo de escándalo. Jesús accede a pagar para que no tropiecen las personas débiles en su fe; es decir, las personas que desconocen la libertad de los hijos de Dios. Así lo vive y así lo dice Pablo: Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de lo débiles y no buscar nuestro propio agrado (Rm 15, 1).
Tómala y paga por mí y por ti. A Pedro le complacería mucho esta muestra de amistad: por mí y por ti. Habrá momentos en que la fidelidad de Pedro quedará en entredicho. Pero a partir de la cruz, Pedro, como Pablo, quedará profundamente convencido de que nada ni nadie podrá separarnos del amor de Cristo, y de que en todo salimos vencedores gracias a aquel que nos amó (Rm 8, 35-37).
Comments