¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!
Es una mujer de la multitud. Quizá no entiende lo que Jesús está diciendo, pero está embelesada con su persona. Es un buen icono de la religiosidad popular. Esa religiosidad que, en palabras de Pablo VI, refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer, y que hace capaz de generosidad y heroísmo cuando se trata de manifestar la fe. Por otra parte, es una religiosidad que se queda frecuentemente a un nivel de manifestaciones cultuales sin llegar a una verdadera adhesión de fe, y expuesta a deformaciones de la religión como la superstición. Es una religiosidad que necesita ser evangelizada; así lo hace Jesús:
¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!
Si la Madre de Jesús estaba también oculta entre la multitud, oiría halagada el piropo de la mujer. Pero su gozo fue más profundo al escuchar el piropo de su Hijo. Ya lo había escuchado unos días antes: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8, 21).
Hoy celebramos a nuestra Señora del Pilar; advocación henchida de simbolismo. Decir PILAR es decir firmeza, solidez, seguridad. Su imagen llama la atención: una imagen tan pequeña en un pilar tan grande. Ella es pequeña, y se alegra de ello: Ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava. Pero el fundamento en que se asienta su pequeñez es el gran pilar de la Palabra de Dios.
La vida de la Madre de Jesús está construida sobre la roca de la Palabra de Dios. La escucha y la cumple, aunque no la comprenda. Así fue desde la Anunciación hasta la Cruz.
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