13/11/2025 Jueves 32 (Lc 17, 20-25)
- Angel Santesteban

- hace 20 horas
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El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: Está aquí o está allí, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros.
Lo del ser humano puede ser, según se mire, divertido o dramático. Porque, ¿cómo se entiende que seamos capaces de sufrir tanto por cosas que nunca suceden? De igual manera, ¿cómo entender que seamos capaces de esperar con ansia algo que ya tenemos entre manos? Mientras vivamos soñando con un mañana mejor, no viviremos despiertos el día de hoy. Y nosotros, los creyentes, estamos supuestos a vivir intensamente el día de hoy en fe. Sin fe no hay nada; con fe lo tenemos todo, aquí y ahora. Como canta Juan de la Cruz: El mismo Dios es mío y todo para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas alma mía?
No es posible pertenecer al reino mientras se sueña con un ideal futuro. Ni mientras se vive adormilado en el pasado. El reino de Dios no es, por ahora, una realidad exterior visible a los ojos. Es una realidad visible solamente para los ojos de la fe. Pero está instalado en medio de nosotros: en la creación, en la historia, en el corazón. No tiene prisa por eclosionar. Como semilla puesta en tierra, o como levadura en la masa, poco a poco, va haciendo su labor. Hasta producir su fruto y hasta hacer fermentar toda la masa. Hasta que el reino de Dios se instaure en la creación entera. Hasta que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 10-11).
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