Acudid a mÃ, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
VeÃamos ayer al pastor abandonando el rebaño para buscar la oveja perdida. Hoy le vemos preocupado por las que no se han perdido, pero viven desanimadas y abatidas.
¿Quién puede decir que no sabe de cansancios y agobios? ¿Quizá los estamos viviendo en estos momentos? Tienen orÃgenes diversos: problemas de salud, de convivencia… Jesús nos pide que acudamos a Él y aprendamos de Él: Cargad con mi yugo y aprended de mÃ, que soy manso y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados.
No promete eliminar la cruz; promete aliviarla. Es de la mano de la cruz que nos adentramos en la experiencia de salvación. Toca agarrarse con fuerza a la cruz. No a una cruz vacÃa, sino a una curz ocupada por el Crucificado. San Juan de la Cruz escribe a una persona que se queja de su cruz: Piensas que te falta todo, pero no te falta nada. Nunca estuviste mejor que ahora, porque nunca estuviste teniéndote en tan poco, y a Dios por tan bueno, ni servÃas a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora. FÃate de Dios.
Los momentos más crueles de la vida suelen ser, a la larga, los más saludables. Nos hacen conscientes de lo frágiles que somos en lo fÃsico, en lo mental, en lo espiritual. Además, nos ayudan a acercarnos más y mejor a quienes están pasándolo mal.
Estamos llamados a aprender de Él qué significa vivir de misericordia para ser instrumentos de misericordia: vivir de misericordia es sentirse necesitado de la misericordia de Jesús, y cuando nosotros nos sentimos necesitados de perdón, de consolación, aprendemos a ser misericordiosos con los demás (Papa Francisco).