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14/01/2024 Domingo 2º (Jn 1, 35-42)

Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús, dijo: Ahí está el Cordero de Dios. Los discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.

Sorprende que Juan Bautista no sea el primero en seguir Jesús. Su popularidad podría haber arrastrado a muchos. Pero es que el Bautista pertenece al Antiguo Testamento. Lo de pertenecer al Antiguo o al Nuevo no es cuestión de cronología, sino de corazón. Y el Bautista, el mayor de los nacidos de mujer hasta entonces, solamente ha vislumbrado la Buena Noticia; no se le ha dado asimilarla. Así también hoy; a muchas personas santas no se les ha dado comprender y abrazar la novedad de Jesús. Jesús lo dice de esta manera a sus más íntimos: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no (Mt 13. 11).

Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis.

El seguimiento de Jesús no es cosa de doctrinas o proyectos; es cosa de experiencia personal. Empieza por los ojos, por el testimonio. Por eso que la vida del cristiano debe ser una permanente invitación: Venid y veréis.

Andrés encuentra a su hermano Simón y le dice: Hemos encontrado al Mesías. Y lo condujo a Jesús.

El descubrimiento de la Buena Noticia en la persona de Jesús no queda encerrado en  mí; de una u otra forma afecta a todas mis relaciones porque lo irradiamos, aunque no hablemos de ello.

Jesús lo miró y dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; te llamarás Cefas, que significa Pedro.

Pedro, (Piedra) está llamado a ser el jefe del grupo de seguidores de Jesús. Su currículo, por lo que vemos en los Evangelios, deja mucho que desear; es una piedra muy endeble. Pero Jesús nunca se arrepintió de su elección. Y fue precisamente en el momento más bochornoso, el de su traición la noche del gallo, cuando su vida adquirió consistencia.

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