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14/07/2024 Domingo 15 (Mc 6, 7-13)

Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, confiriéndoles poder sobre los espíritus inmundos.

Llamó a los Doce. En aquel momento fueron doce. Otro día serán setenta y dos (Lc 10). Hoy somos muchísimos más. Todos los que creemos en Él somos enviados, porque la gracia de la fe no se recibe en beneficio propio, sino en beneficio de todos. Todos los creyentes estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo. No vale eso de quedarnos a solas con Él en la intimidad o en lo alto de la montaña. Hay que salir de la intimidad, y hay que bajar de la montaña al valle.

Los fue enviando de dos en dos. De dos en dos. Es cierto que, con frecuencia, una tarea puede ser llevada a cabo de mejor manera por una sola persona, pero también es cierto que Jesús no es partidario de los francotiradores; los que actúan por cuenta propia, por muy expertos que sean. Jesús prefiere lo imperfecto hecho comunitariamente que lo perfecto hecho individualmente. De dos en dos es, además, una muy sabia estrategia, porque al enviado le conviene tener cerca un amigo con quien compartir alegrías y adversidades. Las alegrías son mayores cuando compartidas, y las adversidades menores. Santa Teresa dice: Gran mal es ir por la vida solos entre tantos peligros. Por eso procurad tener amistad y trato con otras personas que siguen el mismo camino. Andan las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es necesario hacerse espaldas unos a otros.

Confiriéndoles poder sobre los espíritus inmundos. La misión del enviado consiste fundamentalmente en liberar a las personas de los espíritu inmundos que bloquean o cohíben sus vidas. El peor de todos los espíritus inmundos es el EGO. Santa Isabel de la Trinidad escribe: Pienso que el alma más libre es la que más se olvida de sí misma. Si me preguntasen por el secreto de la felicidad, yo diría que consiste en no tomarse en cuenta a uno mismo.

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