¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Es una comparación que ilustra bien la manera de ser de Dios. Él, Jesús, ha sido el primero en hacer lo mandado. De igual manera quienes le seguimos: Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he hecho (Jn 13, 15). No se puede ser buen cristiano con la mentalidad de un asalariado: tanto merezco cuanto trabajo.
Cuando el Evangelista Juan escribe el relato del lavatorio de los pies, presenta a Jesús ciñéndose una toalla antes de comenzar la tarea. Pero luego, concluido el lavatorio, no dice que Jesús se quitase la toalla. No ha sido un olvido. La verdad es que Jesús nunca se ha desprendido de la toalla; continúa siempre sirviendo. Por eso, tampoco nosotros estamos nunca legitimados a desprendernos de la toalla. La toalla no sabe de jubilaciones. Desde la infancia hasta la ancianidad la llevaremos siempre ceñida.
Lo mismo vosotros, cuando hayáis hecho cuanto os han mandado, decid: Somos siervos inútiles, solo hemos cumplido nuestro deber.
¡Qué lejos de la actitud proclamada por una sociedad en la que prima el vivir centrado en uno mismo! ¡Qué lejos del estilo de vida de nuestro mundo en que brillan por su ausencia la gratuidad y el agradecimiento!
Jesús nos invita a afrontar la vida saliendo de nosotros mismos. Siendo conscientes de que todo se nos da gratuitamente, alejamos de nosotros la mentalidad mercantil en las relaciones con Dios y con los demás. Alejamos de nosotros tantas actitudes negativas que proliferan en nuestro entorno. Saliendo de nosotros mismos, nos resultará sencillo vivir en una actitud profunda de agradecimiento, de conformidad, de sosiego.