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15/01/2024 Lunes 2º (Mc 2, 18-22)

Un día que los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno fueron a decirle a Jesús: ¿Por qué los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan y tus discípulos no?

Ambos grupos de discípulos, los del Bautista y los de los fariseos, son gente de bien. No se acercan a Jesús con intenciones torcidas; es que no le entienden. Los buenos, hoy como ayer, se escandalizan ante la liberalidad y la poca ortodoxia de Jesús: Es que a vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no (Mt 13, 11). Ni entienden la conducta de Jesús ni entienden su respuesta. Siguen aferrados a la idea del Dios transcendente y poderoso del Sinaí.

¿Pueden los invitados a la boda ayunar mientras el novio está con ellos?

Es como para desconcertar a cualquiera. ¿A quién se le ocurre hablar de bodas y de novios en tema tan serio como la religión? Y, ¿por qué actuar de manera distinta a como siempre se ha hecho? Jesús no acepta componendas; no acepta mezclar lo nuevo con lo antiguo.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres y se echan a perder odres y vino.

Es muy humano, en personas e instituciones, querer conservar lo que en tiempos pasados fue bueno, pero que ahora ha quedado obsoleto. La Buena Noticia es novedad permanente, y, para continuar siéndolo, debe saber adaptarse a tiempos y culturas; o se transforma en pieza de museo. Pero las personas de bien, hoy como ayer, son reticentes a la hora de desprenderse de sus viejos odres: templo, ley, tradición, devoción… Para el nuevo vino, odres nuevos. El Evangelio guardado en recipientes antiguos, se avinagra.

 

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