15/05/2020 San Isidro (Jn 15, 12-17)
- Angel Santesteban
- 14 may 2020
- 2 Min. de lectura
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Recreemos la atmósfera de apacible intimidad que envuelve a Jesús y sus discípulos sentados a la mesa de la Última Cena. Las palabras de hoy son un breve resumen del Evangelio, porque el corazón del Evangelio es el amor: amor entre Padre e Hijo, amor entre Hijo y discípulos. Este amor del Hijo a los suyos es el punto de referencia de todo cristiano: amaos los unos a los otros como yo os he amado. Es decir, hasta el punto de dar la vida por los otros.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
Para el cristiano, todo ser humano es amigo. También aquellos considerados enemigos. Porque si amamos solamente a los que nos aman, ¿qué hacéis de particular? (Mt 5, 47).
Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.
Dice el Papa Francisco que el amor del creyente no es fruto de estrategias, sino del encuentro con Jesús y de permanecer en Jesús. Cuando somos íntimos del Señor, como la vid y los sarmientos, somos capaces de dar frutos de vida nueva, de misericordia, de justicia y de paz.
Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
Unos pocos, los privilegiados con la fe del Evangelio, hemos sido elegidos por pura gracia de Dios; elegidos para una relación de intimidad, para ser sus amigos. Esta relación necesita, como el sarmiento, ser alimentada con la savia de la vid, porque sin mí no podéis hacer nada. Claro que, como dice san Pablo, todo lo podemos con Aquel que nos da fuerza (Flp 4, 13).
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