31/12/2025 Día 7º Octava de Navidad (Jn 1, 1-18)
- Angel Santesteban

- hace 5 horas
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En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios.
El evangelista Juan, que no nos habla del nacimiento de Jesús, nos ofrece la encarnación de la Palabra, misterio central de la fe cristiana. Sin el don de la fe, imposible aceptar semejante desatino. La Palabra, Dios, se hace carne, debilidad, impotencia. Pero Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud (Col 1, 19).
Esta Palabra se escribe con mayúscula. Porque si el contenido de la palabra humana puede tener poco que ver con quien la pronuncia, el contenido de la Palabra divina coincide con el ser de Dios. Cuando Dios comunica se comunica a sí mismo; no puede ser de otra forma: La Palabra era Dios. Dios, hecho carne en Jesús, se nos comunica plenamente y no puede decir nada más: Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos al Todo, que es su Hijo (San Juan de la Cruz). Por eso que la escucha de la Palabra nos deifica. Por eso que el mirar de Dios es amar. Con la misma lógica sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3, 2).
Hoy cerramos 2025 para asomarnos al 2026. Siempre atentos en la escucha de la Palabra, no tengamos reparos en soltar amarras, en cortar cordones umbilicales que nos atan al pasado, por santo que ese pasado haya sido: Tenéis que nacer de nuevo (Jn 3, 7). Así estaremos abiertos a cosas mayores (Jn 1, 50), pues de su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
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