Le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y alzando la voz dijeron: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
Ante aquel leproso que, haciendo caso omiso de las normas se le habÃa acercado antes (Lc 5, 13), Jesús también se saltó las normas, le tocó y le curó de inmediato. ¿Por qué ahora no cura de inmediato a estos diez leprosos? Porque, aunque no es tan leguleyo como ellos, respeta su proceder y se amolda a ellos. Esta vez los leprosos se muestran muy respetuosos con las normas: se pararon a cierta distancia. Jesús, adoptando la misma actitud, les ordena que se presenten a los sacerdotes.
Los leprosos debieron quedar decepcionados. Por lo que habÃan oÃdo sobre Él, estaban seguros de que Jesús se acercarÃa, les tocarÃa y quedarÃan limpios de su lepra. Aunque comentan su desencanto, deciden obedecer. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
Quedaron limpios todos; los diez. Pero nueve, buenos judÃos ellos, viven la religión de la ley y, por tanto, viven ajenos a agradecimientos y alabanzas. Pero uno de ellos no era judÃo, y viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta y cayó de bruces a sus pies dándole gracias. Era samaritano.
Probablemente los otros nueve le echan en cara su falta de obediencia; se les ha ordenado ir a los sacerdotes. Según la ley, nueve obedecen y uno desobedece. Según el EspÃritu de Jesús el que ha desobedecido obra correctamente; tendrá tiempo luego para presentarse a los sacerdotes.
Los otros nueve, ¿dónde están?
Le entristece la sanación solamente parcial de los otros nueve, y celebra la sanación integral del samaritano expresada en el agradecimiento: Levántate y vete; tu fe te ha salvado.